Aquí quejarse está mal visto. Una queja puntual se
puede tolerar, siempre y cuando se justifique adecuadamente. Ahora bien, eso de
quejarse por quejarse, sin plantear soluciones, eso sí se considera de mala educación.
Sin embargo resulta que quejarse es uno de los
instintos animales que aún conservamos en nuestra naturaleza humana. Esto causa
un conflicto entre nuestros impulsos gruñones y la sociedad en la que vivimos, ya
de por si irritable.
Quejarnos nos quejamos igual, pero sentimos la
necesidad de justificarnos, como si el hecho de que las cosas pudiesen estar
peor fuese razón suficiente para no expresar por ejemplo el cansancio o el
hastío. Por desgracia siempre se puede ir a peor, de manera
que según esta lógica una queja nunca estaría justificada. Ahora bien, quejarse
se nos queja hasta nuestro propio cuerpo.
En la sociedad es evidente que las quejas solo
aportan cuando se convierten en inspiración para cambiar a mejor. El reto que
supone este enfoque es precisamente coincidir en que significa “a mejor”.
Nuestro característico sistema político-social se sostiene por una población
enfrentada en sus intereses, de manera que el beneficio de uno se convierte
fácilmente en la desgracia del otro.
En lo que podríamos estar de acuerdo es en como
muchos utilizan las quejas como una excusa para descargar su negatividad y
frustraciones en los demás. A fin de cuentas, una queja nace de ese
impulso que nos ayuda a sacar una energía que nos carga y nos sobrepasa.
Siento que a menudo olvidamos el potencial constructivo
que tienen las quejas, cuando en realidad puede que sin esa voluntad de cambio que las respalde el quejarse no sirva para nada en absoluto. Ahora bien, la cuestión de quejarse
educadamente, ese es otro tema.
Por eso me gusta mucho el estilo de algunas personas
de cierta edad, quienes sí saben quejarse con la elegancia de la vieja escuela:
refunfuñando, emitiendo sonidos varios y por supuesto, meneando la cabeza.
Este es un espacio donde poder ejercitar ese derecho
a la queja estilo Old Cranky Lady: la queja sin vergüenza que no
sinvergüenza, la queja que no le importa a nadie pero que tiene su razón de ser
pronunciada, simplemente para que pueda existir.
Escrito en agradecimiento a Europa, mi querida Old Cranky Lady